Lo último que recuerdo antes del terrible suceso es estar plácidamente dormida en mi cama, con el pijama puesto como hago diariamente luego de bañarme. Todo se remonta a un día del que no puedo especificar prácticamente nada, desconozco la fecha, todo se me torna borroso pero puedo acordarme del frío y el terror que inundaba mi cuerpo. Aparecí bajo el agua, con un sentimiento de desesperación indescriptible. Estaba en la puerta de mi casa, pero la misma se encontraba sumergida y custodiada por un monstruo que era similar a un pulpo pero verde, y a este se le notaba la furia en los ojos. Mi familia estaba prisionera dentro de mi casa y yo estaba afuera, viendo cómo trataban de escapar y el monstruo no se los permitía, cómo los arrojaba sin piedad alguna contra las paredes con sus múltiples brazos. Todavía puedo recordar mi angustia y mi miedo, intenté rescatarlos pero la bestia sin duda no me lo iba a hacer sencillo. Comencé a ahogarme y tuve que salir a la superficie para tomar una bocanada de aire. Y ahí fue cuando aparecí en mi cama, escupiendo agua sin entender lo que sucedía, con mi madre con una bandeja repleta de cosas para desayunar y con un buenos días saliendo de su boca acompañando por una sonrisa, algo poco habitual de ella. Tengo una sensación rara en el pecho, creo que esta no es mi habitación, es decir es idéntica pero no la siento mía, la siento ajena. La actitud extremadamente cariñosa y detallista de mi madre me parece totalmente extraña. Estoy confundida sobre lo que ocurrió bajo el agua, ¿habrá sido ese un sueño?, pero más confundida estoy con el hecho de haber escupido agua y que mi madre haya decidido ignorarlo. ¿Será esta mi casa? ¿será esta mi madre? ¿estaré despierta?
Soy Lucía, hace un tiempo cumplí los 19 años y pocas cosas tengo tan claras en mi vida, como la certeza de ser una escritora apasionada. Antes de ahondar en mi vida (lo que llevo vivido en realidad) como escritora, quiero contar mi recorrido como lectora. Vengo de una familia en la que es costumbre tener un libro en la mano, fui criada con el reflejo del amor a la lectura, bibliotecas enteras con libros de todo tipo. Mi madrina, la persona que más me consciente, siempre trató de llevarme por ese mismo camino ofreciéndose a comprarme libros y digamos que muy difícil no fue. A partir de eso en mi familia aprovechaban las festividades para regalarme alguno en vez de juguetes, que tanto no me entretenían. “La lectura es poder”, “un buen libro no se le niega a nadie”, dijo toda la vida y sigue diciendo mi viejo. Leer siempre me pareció fascinante, un mundo nuevo donde nunca sabes qué puede decir el próximo renglón, todo sorprende y además de eso, era algo que se me daba con facilidad. Siemp...
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